sábado, 23 de febrero de 2013

Patatas a la Importancia del Nachito



Este post es anterior al que lo precede. Cronológicamente, la quedada con el Nachito sucedió antes de que yo cocinara los frijoles, pero el martes, a la hora de comer, me acordé tanto de mi hermana que fue pura inspiración la que me hico escribir en un par de minutos la historia de los frijoles refritos. Obviamente, lo anterior no tiene ninguna relevancia, pero al ser la primera vez que dejo una receta en stand by- sentía que debía confesarlo. Ya está.

Lo de hoy es la tercera y penúltima entrega del exitoso especial cocinando con amigos. Hoy, tenemos el honor de compartir un plato con el ilustre terrateniente de Salamanca, Nachito (el Nacho odia que lo llame terrateniente, pero lo cierto es que su familia tiene varios campos y tierras en Salamanca, aunque quizás no tanto como para él considerarse un terrateniente)



Nachito y yo nos conocimos en la Uni, haciendo la ingeniería técnica, hace unos cinco años atrás. Debe ser uno de mis amigos mas “viejos” que tengo en Barcelona sin la asistencia del patri… viejo en el sentido del tiempo que nos conocemos, no que él lo sea. Nuestra relación académica fue al principio escasa, ya que para variar, él pensaba que yo era una pesada arrogante. Para variar no porque él piense que toda la gente es pesada y arrogante, sino porque la gente tiende a pensar eso de mi (pero no lo soy!! …creo) Sin embargo, una vez nos conocimos e hicimos-con mas o menos esfuerzo, un par de trabajos de clase juntos, me convertí en la mas conversadora de la clase porque el Nacho no paraba de hablar, fuimos compañeros de estudio por defecto, y una vez acabada la carrera, continuamos viéndonos y siendo grandes amigos. Aparte, vivimos bastante cerca uno de otro.


El verano del 2010 tuvimos la buena idea de hacer con el patri un viaje a “la España profunda”, aprovechándonos de la invitación que Nacho nos hizo de irlo a visitar a Garcihernandez, su pueblo en Salamanca. En ese viaje lleno de paisajes, naturaleza y cuidades medievales, pudimos conocer también a la familia de Nacho: a la Domi, su madre, que nos preparó un cochinillo riquísimo, a su hermano con su mujer, campesinos comprometidos y trabajadores, y a sus adorables sobrinos. Lo pasamos muy bien, comimos muchísimo, casi todo de la huerta de los suegros de su hermano, que en pleno verano, estaba lleno de calabacines, berenjenas y tomates- además de la carne de cerdo de los animales que ellos mismos sacrificaban. Os cuento estas cosas para que os hagáis una idea de la riqueza gastronómica de mi amigo, que aunque vive y trabaja en Barcelona, viaja frecuentemente a ver a su madre y en la vuelta acarrea con delicias varias, como embutidos, carne, frutas, etc.



Cuando comentaba con el Nacho de cocinar para el blog- “ algo que significara algo para él”, casi automáticamente me dijo que lo que mejor sabía hacer eran unas lentejas (o alubias) con chorizo, pero que eran tan simples que no las veía en el blog. Yo le comenté que hubiese sido genial si hubiese sido con chorizo de su casa en Salamanca, a lo que él responde “sí que tengo”. Entonces yo me emocioné con la idea de preparar unas legumbres alrededor de un embutido hecho por su familia, una preparación que traía su propia historia y que venía a compartir la nuestra dentro de la simpleza de su preparación.

La emoción me duró poco porque a las pocas horas Nachito cambió de opinión y me propuso hacer “patatas a la importancia”, un plato que su madre le prepara y que le trae muchos recuerdos de su casa, ya que es un plato típico de Castilla (y del resto de España, según he leído). La idea no me parecía mala pero… tenían chorizo estas patatas? Haciendo un poco de google, me enteré que la receta no llamaba mas ingredientes que unas patatas, huevos, y cebolla, el chorizo brillando por su ausencia. Digo: “Nacho, prefiero las alubias”, pero en el tira y afloja terminé aceptando el cambio de menú a cambio de un trozo de lomo de cerdo adobado que me regaló para que yo cocinara algo (creo que salí ganando, aunque quede con ganas de comer chorizo).

El Nacho lo describe como un plato de pobres.
“pero no me malentiendas, es porque durante la post guerra, cuando faltaba comida, siempre habían patatas por ahí, y la gente lo que hacía para darles mas riqueza al plato era rebozarlas, freírlas, cocerlas  y hacer de ellas un plato único. Por eso ‘a la importancia’”


En todo caso, de pobres o no, el plato es contundente, sabroso y con una puesta en escena que pareciera que llevas cocinando un guiso de ternera todo el día. La verdad es que cobran “importancia” las patatas en este plato, que al principio tenía yo mis reticencias pero que finalmente me entregué al sabor y textura de unas patatas fritas por fuera, cocidas a la perfección en un sofrito con vino blanco. Claro está que no se puede siquiera pensar en acompañar o continuar comiendo nada más después de esta colosal comida. Os advierto.


Como toda comida tradicional, la gente las aprende de manera tal que no hay una sola versión del plato, sino que van variando según la disponibilidad de ingredientes. Pasa a ser mas un procedimiento, una técnica de cocción que una receta como tal, por lo que el Nacho iba excusándose a cada rato ya que iba agregando cosas o comentando lo que no le pondríamos para que yo también supiera como “tunear” mis patatas a la importancia si las hacía de nuevo. La versión que preparamos hoy tiene vino blanco y perejil, pero puede también guisarse con leche, azafrán, pimienta. Para presentarlas, usamos unas tiras de bacon crujiente, pero la versión de su casa llevaba virutas de jamón… como veis, un mundo sin limites.


Gracias Nachito por haber venido a cocinar conmigo, y gracias por compartir un plato tan rico y sencillo. Os animo a probarla, ya veréis…

Patatas a la Importancia de Nachito

4 PERSONAS | 60 MIN | DIFICULTAD MEDIA
  • 1 kg de patatas
  • 2 huevos
  • harina para rebozar (100 gr aproximadamente)
  • 3 cebollas medianas
  • 1 diente de ajo
  • 200 ml de vino blanco
  • 200 ml de caldo de pollo (o verduras)
  • 1 cucharadita de perejil
  • 4 lonchas de bacon
  • Aceite de oliva 
  • Sal y pimienta
  1. Pelar y cortar las patatas en rodajas de 2 cm aproximadamente. Lavar, secar y reservar.
  2. Batir los huevos ligeramente y disponer la harina en un plato llano
  3. Disponer una olla baja con suficiente aceite para freír las patatas (3 cm de altura de aceite, aproximadamente)
  4. Una a una, coger las rodajas de patata y rebozar: sumergir en huevo, escurrir el exceso y luego pasar por harina para crear una capa fina. Agregar al aceite caliente para freírlas. Repetir la operación en tandas de numero suficiente para mantener la olla de la fritura siempre llena.
  5. Freír las patatas unos tres minutos por lado, o hasta que se doren por completo. Una vez doradas, retirar de la olla y disponer en otra que se utilizará para continuar la cocción. Disponer las patatas de manera ordenada, ya que una vez se agregue el caldo, el rebozado de harina se vuelve muy delicado y puede romperse al mover las patatas.
  6. Una vez fritas las patatas, picar finamente las cebollas y el diente de ajo. Sofreír la cebolla en una sartén hasta que esté transparente. Agregar el ajo, sofreír dos minutos mas. Agregar el perejil .
  7. Agregar el sofrito a las patatas. Agregar el vino y el caldo. Llevar a ebullición y bajar el fuego para cocinar por unos 15 minutos o hasta que las patatas estén tiernas.
  8. Servir inmediatamente acompañado de una tiras de bacon y un poco de perejil picado.
-v

1 comentario:

  1. me encanta este plato del terrateniente!
    la historia, como siempre, increible.=)

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