sábado, 19 de enero de 2013

Raviolis del Tommy con Calabaza y Queso Azul



Ha sido una larga semana. Desde el lunes, que “desvelamos” la nueva cara de Higos Figues, he pasado los días configurando una cosa que otra, por lo que el tiempo libre que tengo para cocinar, realmente lo dediqué a tunear cosas del blog (vaya Valentina, ¿no pudiste pensar en una mejor excusa?) Pero bueno, ahora que está todo más o menos bajo control, podré dedicarme para lo que realmente estamos aquí: cocinar y contar historias.


La receta que os traigo hoy tiene pocos recuerdos del pasado, nada de episodios de la infancia ni paseos mentales por paisajes de antaño. Ha aparecido de casualidad esta semana, y ha estado rodeada de eventos que ahora la relacionan intrínsecamente a ella.


El primero de estos comienza el lunes por la tarde, en una conversación habitual con mi madre sale el tema de las amistades. Y entonces ella hace un comentario que me gustó, algo como “los amigos no hay que llamarlos cuando el tiempo sobra, si no que hay que buscar el tiempo para llamarlos cuando el tiempo NO sobra” Sonaba bien convencida, como si le hubiese estado dando vueltas al tema recientemente, y contármelo significaba reafirmar las ideas, como ponerlas en el papel. 


Luego en la semana,  mi amigo Tommy (que no es el Tomi, otro amigo que tengo muriéndose de frio en Londres) se apareció esta semana por casa con una muestra de los productos que fabrica su padre, unas masas de pasta fresca artesanal para preparar raviolis, wonton y otras exquisiteces de la comida china. Me las había prometido hace tiempo, pero entre las cosas de uno y otro, no habíamos tenido tiempo de encontrarnos por la vida, así como lo hemos hecho siempre, esporádicamente pero constante.  Así que el miércoles vino con su botella de vino habitual, y le dimos a la conversa por un largo rato, comentando los últimos sucesos de nuestras vidas, el avance de nuestros proyectos, los planes de futuro… en fin, poniéndonos al día.


Mi amiga Ayda lleva una de esas vidas que causan admiración y vértigo. Madre de dos niños hermosos,  los pasea por media Barcelona entre colegio y actividades extraescolares, trabaja también, haciendo uso privilegiado de esos días- difíciles de conseguir, de 26 horas. Le sumamos a eso que están en pleno cambio de casa, con lo que  ahora también combina sus labores de madre y profesional con los de pintora y arregla paredes. Uf! Me mareo. Hace ya muchos días que no habíamos tenido la oportunidad de vernos, hasta que esta semana nos hemos invitado un día ella y un día yo, a comer juntas para ponernos al día.

Con las pastas artesanales del Tommy en mis manos, y la motivación de que venía Ayda a comer, me puse a investigar qué hacer. Me inspiré un poco de aquí y aquí,  con la idea en mente de utilizar la calabaza que había sobrado de la receta con frijoles. Ayda llegó, esperó pacientemente que yo hiciera las fotos correspondientes, y nos sentamos a comer, gratamente, aprovechando ese par de horitas que nos cedía la vorágine de la rutina para compartir un plato de comida y la compañía de ambas.


Curiosamente han terminado relacionados unos con otros, el encuentro con Tommy y  Ayda, como si se hubieran confabulado para contarme una historia.  Ambos me recordaron lo que mi mamá dijo al principio de la semana.  Y tiene razón. Es belllo poder encontrar, entre medio de los calendarios saturados de compromisos y quehaceres, momentos para compartir, aunque sea un par de minutos, las cosas de la vida.  Ahora miro las fotos de la comida y me alegra saber que serán desde ahora el recuerdo casual de una lección sobre el valor de la amistad.


Para los raviolis que preparamos hoy, es necesario comprar la masa preparada, a menos que os queráis aventurar en la preparación, tarea que yo tengo pendiente, debo admitir.  La masa la encontraréis congelada en tiendas especializadas de comida china u oriental. No es igual que la masa de pasta italiana, ya que esa tiene huevo. Esta es ligeramente más carnosa, gruesa y dura.  El relleno es de calabaza con queso azúl, aunque puede ser que para los enemigos de este queso, podáis usar un queso amarillo bien maduro, para dar intensidad. He aromatizado con salvia, una especia poco común aquí en España que fácilmente se puede reemplazar por tomillo o romero. Por encima le hemos puesto unas “migas” de avellana y vinagre que contrastan en sabor con la suavidad de los raviolis. Tened en cuenta, por último, que es un plato que se debe comer recién sacado de la olla, ya que pierde mucho si  se enfría cuando se espera para sacar fotos (:P)
Aquí os dejo la receta, espero la disfrutéis.

Raviolis del Tommy con Calabaza y Queso Azúl

25 RAVIOLIS | 40 MIN | FÁCIL
  • 200 gr de masa de ravioli, unos 25 circulos de 8 cm de diámetro, descongelados
  • 100 gr de calabaza
  • 2 dientes de ajo
  • 80 gr de queso roquefort
  • 15g  (1 cucharada) de mantequilla
  • 2 cucharaditas de salvia triturada (o 1 ½ cucharadita de tomillo seco)
  • Sal y pimienta
  • ½ taza de avellanas tostadas
  • 3 cucharadas de vinagre de Módena
  • Aceite de oliva 
  1. Cortar la calabaza en cubos pequeños, de ½ cm por lado, aproximadamente, picar los dientes de ajo finamente.
  2. Derretir una cucharada de mantequilla en una sartén y agregar la calabaza y el ajo. Agregar la salvia (tomillo) y cocinar hasta que la calabaza esté tierna, unos 10 minutos, removiendo constantemente.
  3. Trasladar la calabaza a un bol y enfriar ligeramente.
  4. Por mientras, preparar las migas de avellana: triturar ligeramente las avellanas con un robot de cocina. Poner media cucharadita de mantequilla en una sartén y agregar las avellanas trituradas. Tostar un minuto o dos y luego agregar las tres cucharadas vinagre. Dejar que se evapore y la mezcla se seque, simulando migas. Dejar reposar.
  5. Para preparar el relleno, desmigajar  el queso azul  y añadirlo a la calabaza. Salpimentar a gusto.
  6. Trabajando 6 discos a la vez, disponerlos sobre una superficie seca.
  7. Agregar una cucharadita de relleno de calabaza en el centro de cada disco. Mojar con el dedo los bordes de la masa con agua fría. Luego doblar la masa cuidadosamente, evitando que el relleno se salga, y presionar los bordes fuertemente para sellar el ravioli. Si el relleno se sale, disminuir la cantidad. Continuar con el resto de masa hasta acabar.
  8. Poner a hervir 2-3 litros de agua. Una vez hervida, agregar una cucharadita de sal y los raviolis. Si la olla es muy pequeña, trabajar en tandas.
  9. Cocinar los raviolis por 5- 7 minutos, hasta que estén ligeramente transparentes.
  10. Sacar de la olla con una espumadera (¡no colar! Esto hará que se sequen muy rápido y se peguen entre ellos), arrastrando un poco del líquido de cocción y disponerlos en los platos. Seis raviolis por plato hacen un buen entrante. Verter un poco de aceite sobre ellos y esparcir las migas de avellanas encima.
  11. Decorar con el resto del relleno o queso parmesano

 -v

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