Ensalada Tibia de Garbanzos y Remolacha

Hay comidas de aquellas que marcan una etapa en la vida y que por algún motivo u otro abandonan el repertorio cotidiano para volver años después. Es curioso como un plato de comida- de lo más simple a veces, puede transportar a una persona a unos recuerdos tan precisos, con emociones tan intensas. Será porque al comer están activos todos los sentidos: el tacto, el olfato, la visión, y por qué no, la audición si el plato involucra alguna cocción sonora, como el de una carne al fuego. Tanto si los sentimientos que despiertan son alegres o más nostálgicos, hay un placer secreto en volver al pasado cerrando los ojos con ese bocado.

A mi me pasa con los sabores de la ensalada que comparto hoy con vosotros. La receta no es la misma que la de aquellos tiempos, pero la combinación de sabores- ese de la remolacha con huevo duro y limón, me transportan inmediatamente a casa de mi abuela en San Fernando, pero de cuando ella ya no estaba. Esos últimos años de visita en San Fernando tienen un sabor agridulce. Mis primos seguían viviendo allí y fue natural seguir visitándoles, pero muchas cosas parecían haber desaparecido de esa casa con la muerte de mi abuela: el brillo de los muebles, la vida del jardín y el calor de los espacios. Como el dulzor de la remolacha y el amargor del limón, estar ahí era disfrutar de los recuerdos de una hogar que nos dio tan preciosa infancia, pero que poco a poco cambiaba para ser la casa de otra generación, de otra gente, de otros recuerdos.

El ritual de la comida en la casa de San Fernando se simplificó bastante tras la muerte de mi abuela. Ya no había una cocinera encargada de sendos platos de cazuela y carne al horno, y las tareas de cocinar se las turnaban entre mis primos y tíos según conveniencia. Fue así como el Jano, uno de mis primos postizos, se introdujo en los quehaceres culinarios y su plato estrella era una ensalada que había aprendido haciendo el servicio militar: la “ensalada rusa”, un plato a base de patatas, beterraga, huevo duro y limón.

Fue la primera vez que yo veía ese tubérculo lila en casa de mi abuela y la primera vez que lo probaba. Me gustó mucho, y si bien por muchos años no se me pasó por la cabeza cocinarlo, cuando llegué a Barcelona y volví a encontrarme con las ahora “remolachas”, incorporé este plato a mi repertorio semanal. La ensalada es medio pariente de la “ensaladilla rusa” que se come aquí en España, pero la adición de remolacha la hace diferente. Como no soy muy amiga de las patatas, cambié este carbohidrato por unos garbanzos de pote que siempre están a mano en nuestra despensa.

Agregué un poco anchoas que aportan un toque salado y queso Feta que aporta untuosidad y más texturas. Porque en realidad, la ensalada es todo sobre texturas. Su versatilidad os permite, por ejemplo, agregar atún para una cena contundente, o prescindir del queso para servirla de acompañante de un pescado frito o una carne a la parrilla.

Mi amigo Jaume dijo que a él le gustaba la remolacha pero nunca sabía con qué prepararla- pues aquí la solución. Os invito a probarla.

Ensalada Tibia de Garbanzos y Remolacha

20 MIN | 2-3 PERSONAS | SUPER FACIL

• 400 gr de garbanzos cocidos
• 3 remolachas cocidas
• 2 huevos
• 4 filetes de anchoa, picadas finas
• 1/2 taza de queso tipo feta, en cubos
• Zumo de medio limón
• 1/2 taza de cilantro picado
• Aceite de oliva
• Sal

1. Poner los huevos a cocer. La técnica infalible es ponerlos en un cazo con agua fría de tal manera que estén completamente cubiertos. Poner al fuego y esperar a que hierva el agua. Cuando esto ocurre, apagar el fuego, tapar el cazo y esperar 12 minutos. Sacar y pelar unos perfectos huevos duros.
2. Combinar en un bol el resto de ingredientes, excepto el huevo y el queso feta.
3. Agregar aceite y rectificar la sal- las anchoas ya habrán aportado bastante.
4. En el momento de servir, disponer los cuadrados de queso feta sobre la ensalada y el huevo cortado en cubos.
5. Servir fría o a temperatura ambiente

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