El plato de hoy trae inevitablemente consigo una de esas historias de “por qué no comí esto antes”. Y no precisamente por el curry, del cual es relativamente entendible que no lo hubiera comido antes debido a la distancia cultural que nos separaba. Hablo de los mejillones, aquel molusco sexy y sabroso que abunda en mis tierras chilenas y del cual me mantuve alejada deliberadamente por años y años, hasta me fui de Chile, lo vine a (re)probar en Estados Unidos (importado, claro) y me enamoré de él.
La historia tiene aún más colmo considerando que mi mamá es bióloga marina, y sus compañeros de carrera, mis padrinos de bautizo (si, son como tres). Imaginaros entonces la siguiente situación: una mujer, mi madre, viaja un verano desde Santiago a la Isla de Chiloé- unos 1100 kilómetros al sur de Chile, con su relativamente numerosa familia, en busca de sus amigos de universidad que no ve hace años, probablemente desde el bautizo. Los encuentra a partir de un único registro telefónico de mas de diez años. Los llama desde un teléfono público (estábamos en los ’90), nos reunimos con ellos, resulta que todos tienen familia también, hay emoción, recuerdos y, para aprovechar el viaje, una invitación a quedarnos en casa de uno de ellos por unos días. Resulta además que todos ellos- evidentemente, trabajan en el sector pesquero, algunos en piscinas de salmones, otros como dueños de cultivos de mejillones y otros moluscos, por lo que no es extraño pensar que la gran alegría del reencuentro fuera celebrada (por días) con un festín de frutos del mar.
Es así como cada vez que pido “mejillones al vapor” en algún restaurante y nos traen un plato con cinco o seis bichos por cabeza, recuerdo aquellos tremendos baldes que llenaba mi tío desde las mismas cuelgas de alguno de sus cultivos en las aguas heladas de Chiloé. Y de ver a mis padres, tíos y uno que otro niño osado (ni mis hermanos ni yo) devorar “choritos” al vapor ¡por montones!, acabados de cosechar, que se abrían en una olla gigante al calor de una cocina a leña junto a la tetera humeante. Siempre que pido mejillones en un restaurant recuerdo con cierto remordimiento aquella imagen de mis padres saboreando aquellos mariscos tan frescos, en un escenario tan idílico y con gente tan querida, y pienso “por qué no comía mariscos antes!”. Y lo otro que me pregunto, ¿cómo le haré entender a mi propios hijos el precio impagable de una oportunidad así en el caso de que no les guste una comida en particular?
Semillas de comino, tallo de lemongrass, hojas de kéfir y una rama de cilantro aromatizan este curry |
La serie de ingredientes raros de esta comida |
En sintonía con mis incursiones culinarias de los últimos días que se han centrado en sabores indochinos, quiero compartir con vosotros este plato de mejillones con curry tailandés. La receta del curry esta inspirada en una clase de cocina del Chef de Salsa Verde, aunque sólo puedo decir inspirada porque perdí la hoja con la receta que me dio en el cursito, así que tuve que tirar de otras recetas y de mi propio instinto. Hubo una versión fallida hace unos meses por no saber muy bien como tratar el lemongrass (lo corté como una cebolla, cuando en realidad está allí para aromatizar y luego retirar), pero en esta oportunidad la receta salió tan deliciosa que es digna de compartir.
Os debo advertir que si no estáis muy habituados a cocinar comida de mas allá de los Balcanes, tendréis que hacer sin duda una visita a una tienda de comida internacional para comprar un par de ingredientes. Lo bueno es que si os gusta el sabor, tendréis para hacer un par de preparaciones en lo que queda del año: curry de pollo, de ternera, de gambas, etc. Este es un curry tailandés, diferente al curry indio. La base aromática del curry tailandés es una pasta compuesta de pimientos picantes, ajo y otras especias que al prepararse, se disuelve en leche de coco y más especias. El conjunto se deja reducir unos minutos para luego agregar la proteína deseada: pollo salteado, unas gambas, o mejillones, como en esta ocasión. Hay tres tipos de pasta de curry: amarillo, rojo y verde según los ingredientes con los que se prepare y la intensidad del picante. Yo compré un rojo y picaba bastante.
Si bien los ingredientes se salen de nuestro repertorio común, la preparación es tan simple que tenéis que probarlo. El sabor es intenso, muy aromático, con notas cítricas que equilibran el picante y toques grasos emulsionados aportados por la leche de coco que facilitan la digestión de tanto aroma y picor.
Ya sea como entrante o plato principal este plato hay que probarlo. Un mundo de sabores.
Mejillones al Curry Thai
4 PERSONAS | 30 MINUTOS | FÁCIL
- 1 kg de mejillones
- 3 cucharadas de aceite de sésamo (o girasol)
- 1 cebolla, cortada en juliana
- 1 diente de ajo
- 1 cucharada de semillas de comino
- 1 cucharada de pasta de curry rojo
- 40 ml de salsa de pescado
- 250 ml de caldo de verduras
- 3 hojas de keffir
- 1 tallo de lemongrass (hierba de limón)
- Tres ramitas de cilantro
- Arroz basmati o pan tostado de costra gruesa para acompañar
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- Dejar los mejillones sumergidos en agua por 30 minutos para que expulsen arena y agua salada de su interior. Cambiar el agua una o dos veces. Una vez transcurrido el tiempo, lavar, desbarbar y reservar.
- En una olla amplia y baja (de 28 cm aproximadamente), calentar las semillas de comino hasta que se vuelvan aromáticas, dos o tres minutos. Agregar la pasta de curry y calentar por un minuto más.
- Agregar el aceite y la cebolla. Freír hasta que esté transparente, unos cuatro minutos. Agregar el ajo y freír por dos minutos más.
- Agregar la leche de coco, el caldo, la salsa de pescado, las hojas de kéfir y el lemongrass. Llevar a ebullición y bajar el fuego. Reducir unos 15 minutos hasta la mitad del volumen.
- Agregar los mejillones a la salsa. Tapar la olla y cocinar a fuego lento hasta que todos los mejillones se hayan abierto- 5 minutos.
- Servir los mejillones en cuencos individuales con arroz basmati y parte de la salsa de curry. O en un bol con pan alrededor para untar.
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